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viernes, 27 de abril de 2012

La Torre del Reloj de Praga


the-clock-tower-in-prague-11291744030SUF.jpgCualquiera que haya estado en Praga conoce la torre del reloj, quizá por eso hasta ahora no habíamos querido hablar de ella, ya sabéis, por no hablar de lo típico que viene en todas las guías. Pero si viajasteis a Praga hace más de dos años, puede que cuando volváis, algo en la torre os resulte curioso.

Ya que estamos metidos en faena, repasaremos lo básico de la torre. Se encuentra en la archiconocida Staroměstské náměstí o plaza vieja de la ciudad, en uno de sus laterales y formaba parte del viejo ayuntamiento, destruido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. 
Si llegáis a la plaza a alguna hora en punto, es imposible que no la encontréis. La razón es que al dar las campanadas, las estatuas que adornan el reloj astronómico, hacen un pequeño espectáculo que atrae a todos los turistas de la ciudad. Al parecer en verano, es tal la masificación (el flujo de visitantes anual triplica a los habitantes), que la gente de Praga evita pasar cerca.
Tras el pequeño espectáculo, bien porque la gente quedaba algo decepcionada esperando más, bien por añadir simplemente un extra, el ayuntamiento decidió que entre las 9 de la mañana y las 9 de la noche, al finalizar el reloj si show, desde lo alto de la torre, una trompeta anunciaría la nueva hora con una breve melodía. El músico, vestido de época como los guardas de todas las torres de la ciudad, toca una pequeña melodía hacia cada extremo de la plaza, dando por finalizada la ceremonia de las campanadas.
Esta costumbre fue tomada de Polonia donde se viene haciendo desde hace tiempo. Al instaurarse en Praga, se pusieron anuncios en los periódicos buscando gente no que “supiera tocar la trompeta”, sino que simplemente “tuviera una trompeta”. Con estos requisitos, no es extraño que en los primeros meses, la novedad fuera un poco desastre. Los elegidos no eran muy expertos que digamos y por lo que dice la gente de la ciudad, tampoco muy puntuales a su cita.
Con el paso del tiempo la cosa ha ido mejorando y hasta le da un saborcillo medieval a la ciudad que no queda mal. En cuanto a la melodía que tocan, no vayáis a pensar que es nada patriótico ni nacional, al parecer es simplemente una melodía cualquiera no muy difícil de aprender… por si acaso.
Ah! Si os interesa saber más sobre el reloj, merece la pena que echéis un vistazo al evento que se organizó por su 600 cumpleaños en 2010!


domingo, 22 de abril de 2012

En la librería Shakespeare e Hijos


Cuando llevas unos cuantos meses viviendo en Praga y ya has pasado varias veces por el puente de Carlos, por la plaza del reloj y hasta por algunos museos fuera del circuito turístico normal, empiezas a pensar que ya lo has visto todo en la ciudad… ¡Nada más lejos de la realidad! Es en ese momento cuando de verdad vas a empezar a descubrir Praga.

Ahora que el tiempo ha empezado a acompañarnos, salimos cada día a dar largos paseos. El último, nos llevó por enésima vez por la calle U Lužického semináře, que lleva desde Malostranska al Puente de Carlos. Quizá otras veces con las prisas, no miráramos alrededor, pero lo cierto es que esta calle se merece un paseíto tranquilo: el museo Kafka, la calle más estrecha de Europa, regulada por un semáforo, palacios, las bonitas casas art nouveau típicas de Praga y… en el número 10, la librería Shakespeare e Hijos, un sitio sorprendente que no deberíais perderos si os gustan los libros.

La tienda está repleta de libros de todo tipo, la mayoría en inglés, pero no es eso lo más llamativo, sino lo extraño de la forma de la tienda. Una primera estancia da paso a otras dos, adornadas con mesas y sofás donde pararse un rato a hojear el primer libro se tenga a mano. Tranquilidad y ese ambiente de las bibliotecas que invita a leer cualquier cosa.

Y de pronto, una escalera que baja a una segunda planta adornada con libros colgando de la pared en bonitos expositores de madera; una buena idea decorativa para cualquier casa. Abajo, libros en francés y alemán, cómics, libros de filosofía, religión y mil otras cosas, también en un ambiente confortable. 

Las sillas plegadas en una esquina, no dejan lugar a dudas de que de vez en cuando se hacen reuniones literarias en la tienda o al menos, se hacían porque la sección de eventos de su página web no se actualiza desde verano de 2011. Es una pena, no podría imaginarme un lugar mejor para una lectura o una charla sobre literatura.

sábado, 7 de abril de 2012

Le Cafe Colonial


Vimos el barrio judío una mañana de domingo que no habíamos madrugado especialmente. Empezamos por la sinagoga Pinkas, y como cogimos audioguía, terminamos allí mismo para devolverla. Cuando lo hicimos, eran las 3.30 pasadas, bastante tarde para comer en Praga... salvo en sitios turísticos. Justo en frente de la sinagoga, vimos un restaurante abierto y entramos a preguntar.
Era el Cafe Colonial (o Bistro Kolonial, como dice el ticket), situado en la calle Široká 25/26, esquina con Žatecká; tenía buena pinta, parecía agradable y vimos en la carta un par de cosas que tenían buena pinta.
Al entrar, nos atienden en inglés y nos dicen que tienen la cocina abierta todo el día. Bien!. Es un sitio grande, y elegimos una mesa en un extremo, antes de un salón que tienen al fondo. En dicho salón había una señora comiendo algo en una hogaza de pan que tenía muy buena pinta (yo pensaba que era queso, pero debía ser una sopa de patata); en otra, unos champiñones que también llamaban la atención. Así que con eso en la cabeza fuimos a la mesa, donde trajeron la carta en inglés.
Finalmente, y además de 2 cervezas, pedimos:

  • Un paté de caza (game pate) acompañado de finas tostadas que estaba bueno (no excelente, solo bueno a secas)
  • Spiz Kolonial: Una brocheta de solomillo de cerdo, con pimiento, cebolla, una especie de morcilla, y 2 salsas (rosa y mostaza)... una presentación llamativa (la brocheta enorme de pie en el plato, como si estuviera clavada en el). Estaba bastante buena, y era buena cantidad 
  • Nakládané trio sýrů: Dados de queso (supongo que tres tipos) en un frasco de cristal lleno de aceite (y no se si algo mas), con cebolla, trozos pimiento verde y rojo, y algo más. Comestible. Parecía mas un aperitivo que otra cosa.
El servicio "regular", pues tardaron mucho en tomar nota, en retirar los platos, en preguntar si queríamos postre (queríamos, pero tardaron tanto que preferimos irnos), traer la cuenta...
Nos costó en total 544 coronas (en la propia nota ponia 23,65euros, aunque el cambio real habrian sido 22), y aunque 11 por persona es barato para lo que comimos, no dejamos propina pues el servicio no lo mereció.
No es mal sitio para comer después de ver el barrio judío, pero me habría gustado probar más cosas... ¿volveremos?